lunes, 14 de enero de 2013

Consagración a Jesús a través del Inmaculado Corazón de María 33 días de San Luis María Grignon de Montfort

En qué consiste la preparación para la Consagración 
al Inmaculado Corazón de María


"Al final, mi Inmaculado Corazón Triunfará" 

El acto de Consagración, es un momento en la vida de cada ser humano, en el que  voluntariamente, ofrece todo su ser y sus circunstancias, a la Madre de Dios y Madre Nuestra, la Santísima Virgen María, para que a través de Ella lleguemos a Jesús nuestro Salvador.

Consagrar, significa “separar” o “santificar”; apartar, dedicar. Viene de la raíz "nazareo" y de  Santo. Se traduce preferentemente por “santificar” por tratarse de aquello que está apartado  o es separado exclusivamente para Dios. 

Al ofrecer nuestra vida a la Santísima  Virgen y colocarla en su Inmaculado Corazón, hacemos una promesa de pertenencia de por vida, y esta promesa se hace sagrada y perpetua.



¿Por qué la Virgen nos pide esto?

El mundo y sus habitantes recorremos en estos días, caminos amargos de dolor y desolación. Nos hemos apartado de Dios, encerrándonos en nuestro egoísmo y soberbia.

Nos hemos olvidado del mandato más importante que nos dejó Jesús:

" Amaos los unos a los otros, como Yo los he amado."

Así, apartados de La Divina Voluntad, sufrimos hoy los dolores desgarradores de esta soledad, provocada por nuestros errores...

Pero nosotros, por gracia de un Dios amoroso, contamos en el Cielo con una Madre que sufre y clama por nosotros a cada instante. Que piensa en cada uno como si fuera el único. Que se alegra con nuestras buenas obras, y se preocupa y entristece con los pecados que cometemos.

Dios le ha concedido a la Virgen Santísima, en estos últimos tiempos, que sea nuestra Arca de Salvación. Que de su mano, protegidos con su manto, y mediante el acto de consagración a su Inmaculado Corazón, retomemos ese camino del cual nunca nos deberíamos haber apartado, el que nos lleva a Jesús y nuestra vida eterna en el Cielo.

Por lo tanto, La Virgen Amabilísima, nos busca, nos llama, nos insta a la conversión del corazón.

Pero no solo se queda en este pedido. Nos dice que, si nosotros decidimos consagrarnos a Ella, este trabajo de conversión, será más rápido, más fácil, más seguro y más corto, que si lo deseáramos hacer lejos de su afable protección.

Qué entregamos en Nuestra Consagración

Sobre todo entregamos nuestra vida y todo lo que ella incluye:

Nuestro amor a Dios, mucho o poco, Ella se encargará de incrementarlo y perfeccionarlo...

Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.

Nuestros sentimientos, dolores físicos y espirituales, rencores, amarguras, alegrías, tristezas.

Nuestros sacrificios, penitencias, oraciones, actos devotos y píos.

Nuestros seres queridos, cónyuge, hijos, padres, hermanos, amigos...

Nuestros trabajos, empresas, obras de bien.

Nuestros empleados y personas a cargo que podamos tener.

Nuestra casa, auto, propiedades, bienes materiales, artículos de lujo, confort...nuestro dinero.

Nuestros pasatiempos, descansos, vacaciones.

Nuestros pecados pasados, nuestros vicios y debilidades, nuestros egoísmos, soberbias y defectos.

Nuestras virtudes, dones y talentos. Nuestros conocimientos, estudios, carreras, postgrados, doctorados.

Nada debemos excluir de esta lista. Ya que Ella se ofrece a administrar santamente estos bienes nuestros, como lo hizo aquí en la tierra en lo propio cuando vivía junto a José y a Jesús, y como lo hace actualmente con miles de almas consagradas, que ya han confiado en sus manos su vidas y sus actos.


¿Qué hará María, con nuestra entrega?

Con nuestras vidas y todo lo que ellas incluyen bajo su protección  podremos vivir tranquilos, sabiendo que la Bendita entre todas, la Bienaventurada ante los ojos de Dios, se encarga a partir de nuestra consagración de organizar nuestras vidas, de manera que lleguemos lo antes posible al destino de la santidad y salvación de nuestras almas, y la salvación y santidad de nuestros seres queridos.

Santificará esta ofrenda hecha por nosotros y la hará llegar hasta el mismo Jesús en una bandeja de oro. Esto quiere decir, que todo lo que entregamos Ella lo limpiará de vicios y errores. Luego lo ofrecerá a su Hijo muy amado, como muestra de nuestra voluntad de cambiar, de ser mejores, de aprender a amar a Dios y a nuestros semejantes.

Jesús no detendrá mucho tiempo su mirada en esta ofrenda, más bien perdido de amor en los ojos de Su Madre, le concederá a la Omnipotencia Suplicante lo que está solicitando en favor de la salvación de este hijo por el cual intercede.

Ella volverá a nosotros con un corazón nuevo. Un corazón lleno de amor, que reemplazará al corazón de piedra que había en nuestros cuerpos hasta antes de nuestra consagración.

Ella es la mejor evangelizadora, la mejor catequista, la mejor formadora. No se detendrá en este camino de cambio espiritual.

Y aunque nosotros podamos olvidar la promesa sagrada que hicimos de entregarnos todos a Ella, Ella nunca nos abandonará ni olvidará lo que prometió en el momento de nuestra consagración:

"...Los invito a consagrarse a mi Corazón Inmaculado.
 Deseo que ustedes se consagren personalmente, como familias y como parroquias, de tal modo que todos ustedes le pertenezcan a Dios a través de mis manos... Yo no quiero nada para mí, sino todo por la   salvación de sus almas. Satanás es fuerte y, por tanto, queridos hijitos, ustedes, por medio de la oración constante, apriétense fuertemente a mi corazón maternal. Gracias por haber respondido a mi llamado!"
Octubre 25 de 1988 - Virgen Reina de la Paz, Medjugorje.




Método de Consagración de  los 33 días De San Luis María Grignon de Montfort

Este método propuesto por el Santo, tiene como finalidad realizar un progresivo avance espiritual, que abandonando todo los que nos aparta de Dios, junto con las oraciones y sacrificios necesarios, se logre el objetivo de encontrar a Jesús como fin único de nuestra vida terrenal y nuestra vida eterna.


Para efectuar la Consagración de los 33 días: clic aquí.