sábado, 22 de diciembre de 2012

EL MAGNIFICAT: Misterio insondable de la Divina Voluntad en el Plan Redentor




La visita de María a Isabel
1:39 En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. 
1:40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
1:41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, 
1:42 exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 
1:43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? 
1:44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. 
1:45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". 


El canto de la Virgen María
1:46 María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
1:47 y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, 
1:48 porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, 
1:49 porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! 1:50 Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. 
1:51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. 
1:52 Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. 
1:53 Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. 
1:54 Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, 
1:55 como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".  
(Lucas 1; 39/55) 





El Canto revolucionario
Una interpretación del Magníficat
Por el Profesor Dr. Gerhard Lohfink

En el Magníficat María dice de sí misma: “Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” Esta no es de ninguna manera una forma de alabanza propia. Esta declaración no está relacionada principalmente con María sino con la acción de Dios. Es una alabanza a Dios por lo que ha hecho por María:

Porque ha mirado la humildad de su esclava,
desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada.
Porque el Todopoderoso
ha hecho grandes cosas por mí
Y su nombre es santo.

Lo que parece una alabanza propia está ubicado dentro de la declaración de María de que Dios ha hecho algo por ella. No es María la que ha hecho grandes cosas; el Señor ha hecho grandes cosas por ella. Pero naturalmente María dijo “sí”, y por eso la historia de la que habla el Magnificat pudo continuar y alcanzar su meta.

Pero ¿qué clase de historia es ésta en la que se dice que María tuvo un papel tan decisivo? Es una historia sobrecogedora. Es por esto que las palabras de María no son tan amables y encantadoras como podríamos haber esperado: los hambrientos fueron saciados, los ricos se quedaron con las manos vacías; los pobres fueron ensalzados, los poderosos derribados de sus tronos. Aquí se está hablando de sucesos reales de la historia de Israel, cosas que Dios había hecho ya y no solamente verdades generales acerca de Dios. Desafortunadamente muchas traducciones del Magníficat no son exactas en este pasaje concreto.

La traducción debe decir:

EL HA HECHO PODEROSAS HAZAÑAS
CON SU BRAZO
HA DISPERSADO A AQUELLOS
CUYO CORAZÓN ESTÁ LLENO DE ORGULLO
HA DERRIBADO A LOS PODEROSOS
DE SUS TRONOS
HA ENSALZADO A LOS POBRES
HA OTORGADO SUS DONES
A LOS HAMBRIENTOS
HA DESPACHADO A LOS RICOS
CON LAS MANOS VACÍAS
HA VENIDO EN AYUDA DE ISRAEL
SU SIERVO.

Que los poderosos sean derribados de sus tronos, y que los pobres y despreciados sean ensalzados son, por otra parte, afirmaciones tales que solo se encuentran en boca de los revolucionarios. En realidad María habla en su canto de una revolución que lo pone todo patas arriba. Empezó con Abraham. Sucedió cuando Israel se revolvió contra el Faraón y su teocracia.

Siempre ocurrió cuando Israel escuchó a Dios y se abrió a su acción. Ahora, en María y en su mesiánico Hijo, esta revolución ha alcanzado su apogeo. No, no es un canto suave y amable. María no tiene pelos en la lengua, habla con claridad. Dice: Todo el que esté preocupado solo por su propia gloria no puede percibir las hazañas gloriosas de Dios. Todo el que se preocupa solo de sus propios planes no puede reconocer el plan de Dios. Tal persona no tiene temor de Dios sino que se ha puesto a sí misma en el centro del escenario. Por eso, finalmente, se queda ahí de pie con las manos vacías.

Esta distinción radical rige a través de la historia del mundo, y a través de la historia de Israel: la distinción entre los que solo quieren llevar a cabo sus propios planes, y los que quieren lo que Dios quiere. No, María no alaba su propia grandeza y fuerza, sino la grandeza de Otro: la grandeza de Dios, su Padre, la grandeza del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ella canta el canto del pueblo de Dios. Ella canta el canto de un gran vuelco, que empezó con Abraham y sigue incluso hasta este día. Abraham no creyó en sí mismo y en sus propios planes, sino más bien en los planes de Dios – que Dios le haría antecesor de un gran pueblo.

Del mismo modo, María no buscó sus propios deseos, sueños o ideas de felicidad. Las ideas de Dios fueron la esencia de su vida –lo que Él tenía pensado para ella.

Por eso Ella pudo decir: "El Todopoderoso ha hecho grandes cosas por mí". El Magnificat habla de las relaciones históricas de Dios con Israel. Así queda claro que María no es solo una joven judía con su historia personal. Es eso también. Pero al mismo tiempo representa a todo el pueblo de Dios. En ella está condensada la historia de Israel, como lo está en Abraham. En ella y en su Hijo esta historia alcanza su meta, su cumbre. Por eso su canto es también el canto de todo el pueblo de Dios. Es nuestro canto, el canto de los que vivimos como parte del pueblo de Dios y que somos hijos de Abraham. Para nosotros también la afirmación es válida: Él ha venido en ayuda de Israel, su siervo, y ha recordado su misericordia, su misericordia que prometió a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.

“Misericordia” no es el gesto caritativo del rico que da limosnas de su abundancia. La palabra hebrea para “misericordia”, que aquí queda en el fondo, denota una emoción que se siente en las entrañas. En hebreo “entrañas”, “misericordia”, y “vientre” son la misma palabra: “rachmim”. Así es como Dios tiene misericordia del hombre, así es como tiene misericordia de su pueblo. La miseria de su pueblo le conmovió hasta las entrañas, le golpeo hasta su nivel más profundo, le revolvió de dentro afuera.”Ha venido en ayuda de Israel, su siervo”, canta la Madre de Jesús.

Y lo hizo no solo entonces, sino que sigue haciéndolo hoy. ¿Nos damos cuenta de que nosotros también necesitamos la misericordia de Dios, cada uno de nosotros y todos nosotros, y que nosotros también tenemos que ser misericordiosos los unos con los otros? ¿Y no deberán las necesidades del pueblo de Dios dolernos en las entrañas y revolvernos? No podemos alabar a María y, en vista de la falta de fe a nuestro alrededor, preocuparnos solo por nuestro bienestar personal.

Cuando uno reza el Magnificat puede fácilmente experimentar una decepción. María dice en este canto que Dios ha mirado su “bajeza”. Esto se explica a menudo como alabanza de su pequeñez, de su modestia, de una vida escondida. ¿María alaba la modestia en su canto? Romano Guardini dijo una vez que nosotros los cristianos deberíamos ser humildes, pero no modestos. Ahí captó perfectamente el espíritu del Magníficat.

Este canto no habla de modestia, sino del hecho de que Dios ayuda a los oprimidos a conseguir sus derechos y echa fuera de sus tronos a los opresores. El Magnificat no ofrece consolación en las miserias de este mundo. Más bien habla del vuelco de todas las relaciones –aquí, hoy. Habla de revolución y de derrocar lo establecido.

El lugar de esta revolución pacífica es la Iglesia, se hace en nuestras parroquias. O, para hablar con mayor propiedad, éstos deberían ser los lugares donde, si se reza el Magníficat, no se esté simplemente llenándose la boca con palabras vacías.

Nuestras parroquias son el lugar en el que la gente debería vivir junta en paz y armonía, y donde nos perdonáramos los unos a los otros una y otra vez. Cuando esto ocurre, tiene lugar la revolución de Dios, la revolución por la cual Él transforma el mundo.

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